domingo, noviembre 09, 2008


Sombra


Sombra de la noche
majestuosa, dolorosa,
quítate del medio
para ver con claridad la luz
de la mañana.
Sombra de la noche
tan mujer y caprichosa,
vuela al sol sereno
y ahí vive en tu plenitud
que ya te llama.
Déjame entender
el recorrido de estos vientos
taciturnos, engreídos,
fulminantes e inciertos.

Siento que mi vida
ha estado unida a ti.
Siento que en la Luna
y en cada una de las noches
que aguardan nuestra existencia
está escrito mi nombre junto al tuyo
y está mi corazón sobre tu espalda.
Miro las circunstancias
y parece que no hay forma
de que los astros a lo lejos
se hagan parte de una cita
a los suburbios del paraíso,
a la que tantas veces
te quise invitar.

Tú, mi niña hermosa,
mi instancia predilecta,
mi ramo de rosas.
Mi flor desesperada,
mi mitad perfecta,
mi Luna enamorada,
mi noche piadosa.

Cuántas veces quise mostrarte
mi corazón.
Cuantas veces quise invitarte
a ver el sol.
Cuántas noches soñé contigo
como un color imborrable
en las páginas del viento,
en las ánimas del aire.
Cuántas veces quise decirte
que junto a ti mi cuerpo no responde,
mis sentidos se atrofian
y el pulso se acelera
como una escena accidental
y furibunda.
Cuántas veces te tuve cerca
y no supe de nada más
que no sea amarte.

Mi niña de otoño,
de todos mis días,
de todos mis espacios,
de los espacios de mi todo.
Ya no soporto esta angustia
de no verte y no sentir
tu voz en el viento.
Mi voz se hace penumbra
se agota y se deja morir
en cada intento.
Tus ojos se hacen imprescindibles,
mirándome mientras conversamos,
hablándome mientras callamos
sobre un espacio visible.
Tu pelo es prosa benevolente
que penetra en mi alma
con su sola potestad,
con el sólo poder de su palabra.

Quisiera tener las fuerzas
para invitarte a ser parte
de un concierto de esperanzas
y de rosas amantes.
Quisiera estar junto a ti
y obtener el valor
que me permita acercarme
para mostrarte que mis días
son distintos sin tu aroma.
Quisiera sacarme esta angustia
de estar viviendo el desamor
como una esquina mustia,
como una flor sin color.
Simplemente déjame ver
si esta escena se comparte
en tu corazón.

domingo, octubre 05, 2008

En delirio

Miro hacia el mundo,
hacia los astros del silencio
que desfilan como cuerpos desnudos.
Miro hacia el norte,
donde se esconden los recuerdos
de una noche intrínseca y furiosa.
Deseo verte
junto a un enjambre de esperanzas
y de vientos fulminantes.
Me asusta el hambre
que me ha invadido de improviso
como una oscura realidad.
Siento que muero
en el ocaso de mí mismo
y de mi absurda existencia.

Aquel delirio
es un puente, una vía
al paraíso.
Estos recuerdos
son horizontes de esperanza
y de silencios.
Mi realidad
se ha divorciado del instante
en que sentí felicidad.
Ya no hay momento
en que mis pies descansen
junto al calor de tu cuerpo.
Te fuiste como un ave libre,
junto al viento de las tardes
y al silencio que arde
en un espacio simple.
Nunca más me recompuse,
nunca supe entender,
nunca advertí tu descontento
ni tus ganas de ceder.
Y ahora estoy solo,
condenado a un exilio personal,
despojado de mí mismo
y del saber amar.

Y cuando fuiste mía
y te escondiste tras mis brazos
nos hicimos uno solo
en un suspiro de amor.
El tiempo y la rutina
destruyeron la pasión,
como en un poco de aire,
como en un canto de amor,
como en el centro del mar
y en lo profundo de mi voz.
Estás a lo lejos
aún en mi cabeza,
en mi corazón, en mi conciencia
y en mi torpeza de no entender
lo que ocurrió.

En el delirio de este exilio
me siento bien, estoy mejor.
En mi triste realidad
creo estar bien y mejor.
En el ocaso de mi existencia
quiero estar bien y estar mejor…
al menos bajo este delirio
logro vestirme para atenuar el frío
y encuentro como atenuar mi hambre.


miércoles, agosto 13, 2008



Vacío

De contornos

y esperanzas,

de castillos sin entrada

y de tristezas sin salida.

De alimentos indebidos,

de pasiones trashumantes,

de canciones y de olvidos

dolorosos, fulminantes.

De mi voz que se bifurca

en el ocaso inexistente

de mí mismo.

De un antídoto y su ruta

para hacernos tan inertes

en el centro del abismo.


Me acordé quién fui,

quién supe ser.

Entendí mi voz en el universo

dentro de un grito desesperado

que pide auxilio y respeto.

Te esfumaste en la llovizna

del frío invierno de mi suerte,

junto al rocío de mi espanto

y al rincón omnipotente

de mi oscuro y oneroso llanto.


Tuve miedo.

Me sedujo la noche con su cáliz de plata,

me tentaron los astros detrás del silencio,

me anidó un enjambre de bocas sonrientes.

Me miraste con amor

del que no hiere, del que no daña,

ese amor puro, como de los sueños

que soñé en mis días tiernos.

Me entendiste tal cual soy,

como un segundo en el viento,

mas un siglo en el intento

de amarme cuando estoy

en el firmamento.


Quise satisfacer

mi larga espera exorbitante,

mis años de espera infinita

y mi responso constante.

Me animé a buscar en ti

lo que siempre proyecté

en el intento de cargar con la cruz

que pusieron sobre mí mis padres.

Y es que no sirve copiar

ni basta corresponder,

aunque en mi caso el destino

se encargó de alumbrar mis tardes,

y mis noches, y mis días,

y mis años, y mi ciclo vital

junto a esos robles celestes.

Por eso busqué tu rostro

como quien nace del sol

y busca esconder su corazón

detrás del viento.

Me animé a entenderte divina,

como lo que siempre esperé,

como lo que ayer busqué,

y para quién tanto guardé

mi corazón.


Y pasaron los meses, los años,

las décadas.

Se tiñeron de engaños,

pasiones desorbitadas,

cadalsos inigualables

y oscuros desvíos

que me condujeron

inevitablemente

a un doliente y triste vacío.

viernes, julio 11, 2008

Felicidad


Felicidad

te escondiste detrás de un rostro

que no he visto

ni conozco.

La soledad

es una daga ambivalente

y me destruye

poco a poco.


Te escondiste detrás de un amor

que no habla con palabras

ni con versos predilectos.

Te hiciste tan fugaz y prescindible

como una estrella en el inmenso

corazón del universo.

Me aparece tu figura,

tu canto triste

de no haber encontrado en mí

las destrezas justas que me conducen

al color de tus ojos.


Felicidad

te hiciste parte de un coloquio

interminable

y delirante.

Las pasiones

son como excusas de un silencio

fulminante,

reticente.


No quiero tener más que ver

con el recuerdo de tus manos

en las mías.

No quiero empezar a pensar

en lo que fuimos tú y yo

junto al viento

y la felicidad en derredor.

No quiero sentir ese frío

que congela los huesos fracturados

por tanto amor del pasajero,

ese que se escabulle por montañas

y por cerros que naufragan en mi mente

como paisajes rotos

que adornaban la pureza de tu encanto

en las palabras de tu boca.

No quiero sentir nuevamente

que deberé fenecer

junto a un montón de hormigas

bajo la tierra

y con un corazón de piedra.


Te tuve en mi mano,

como quien sostiene

un regalo del viento.

Te vi partir de repente

como un trozo de aire

por entre mis dedos.


Te escondiste entre los años

de mi espera inadecuada,

junto al infantil deseo

de amar con el alma.

Me miraste de cerca,

mas no supe encontrarte

entre las circunstancias

y los rostros de personas

por entre los que te escondiste.

No logré entender si eras mía,

o si sólo eras parte

de un montaje del destino.

Pero apelo a mis ganas

de buscarte nuevamente

en los fragmentos de mi decadencia.

Te sentí como parte de mí mismo,

como mi razón de ser,

como la justificación de mis locuras,

como mi felicidad.


Tú eras mi felicidad.


Me siento decadente

junto al mar de mis memorias,

de mis pasados de gloria

y de mi oscuro presente.

No quiero sentir que soy

uno más que perece

bajo el odio de mí mismo,

de mi suerte y de tu ausencia

y de la misma y caprichosa

felicidad.


viernes, julio 04, 2008


Necesidad

Como un obvio suplemento del silencio,
como un huésped de los años de espera,
como la herida fulminante del recuerdo,
como el centro de los tiempos invernales.
Como todas las pasiones sin rumbo
que se mezclan con los pétalos del sol,
como todas mis corazas gastadas
de tanta prestancia y desazón.
Como todos tus recuerdos repentinos
del momento en que te fuiste con el viento,
como un sorbo de la miel divina,
como espinas homicidas y mortales.
Como un trozo del sol disgustado
que se posa sobre un mar febril,
como las pasiones que convergen en tu boca
en la medianía del placer inadecuado.

Siento que estoy amando y desamando
por razones que no entiendo,
pues la sola idea de entenderme solitario,
desalmado y desamado
me hace entrar en dimensiones
que penetran mi voluntad.
Siento que este amor gestado
hace tanto tiempo atrás
necesita de tus manos, de tu boca,
de tus besos, de tus ojos y tu pelo.
Siento que me haces falta
en cada minuto de mi vida,
en cada espacio de mi mente,
en cada idea, en cada herida.

Mas el viento de mis tardes reales
se lleva tu contorno inalcanzable,
te aleja de mí al entenderme
como uno más para ti.
Creo que a veces entro
en dicotomías, en falsos intentos,
en ganas de sacarte de mi cuerpo
y de la mente que te sigue imaginando.
Trato de convencerme,
de explicarme que es correcto
cuanto hago por olvidarte
para no seguir sufriendo,
para no entrar en el día malo.
Pero estas ganas parecen ser insuficientes,
pues tu sola mirada se encarga
de redimir mis pensamientos.

Creo que estoy tratando
de nadar contra la corriente
que desde el viento y del mar
me llevan a estar
en la dimensión que no quise,
en el lugar que no esperé.
Creo que cada hora
se hace eterna sin tu rostro,
se hace una angustia perenne
en el crepúsculo del aire.

Hay en mi ser interno
un anuncio de necesidad
y una alerta transitoria.
Hay en mi corazón
un convencimiento franco
de arrancarte de mi esencia.
Y aunque intente olvidarte
y alejarte de mis ganas,
me hace falta pensarte,
quererte, mirarte,
sentirte nuevamente,
intentarte, amarte,
no tenerte, olvidarte
y por fin necesitarte.


Sin nada más

Estás sentada sobre un monte estrellado,
sobre un lugar que es de otro,
sobre un lugar inalcanzable.
No me siento capaz
de cambiar mi realidad,
deshacerme de mi estupidez
y de esta voz digitiforme.
Porque te siento pulcra, a veces mágica,
despojada de toda brisa infernal
sobreviviente en nuestra esencia humana.
Todas las melodías me hablan de ti,
cada paso que doy, cada vivencia del ser.
Nada tiene sentido en tu ausencia,
nada muestra su real valor,
no logro dimensionar
el escenario en el que estoy,
aquél que deseo mostrarte.

Eres de otro.
Cada ente viviente en mi mundo
se burla de mí incesantemente,
haciéndome ver quién soy, quién he sido.
Y así logro entenderme
como un huésped de tu pelo y de tus ojos
en la medianía del silencio.
Y así logro ver
cuán negligente soy
al pensar en armarme del valor necesario
para invitarte a dar vueltas y vueltas
por mi mundo monosílabo.
No tengo nada con qué pelearte,
no poseo las armas suficientes
para iniciar la lucha que me conduciría
al centro de tu cuerpo.
Siento que estoy coartado
por mi propia incapacidad
y mis complejos varios.

Sin embargo deseo,
con los tercios más fuertes de mi corazón,
observarte nuevamente por ahí
en las tardes otoñales
que tantas y tantas
he visto pasar.
Porque cuando apareces
me olvido de mí mismo
y me aplico a recorrer el camino
que me lleva a encontrarte sin ropas
en la riqueza voraz del viento
que arrecia mis noches serenas.
Porque cuando estás
la bruma se desgarra
como un velo de seda fugaz.
Porque cuando te miro
el color de las cosas es diferente
y el silencio que gobierna mis días
decide animarse a no aparecer.
Pues cada una de tus miradas
envuelven mi cáliz de plata,
poseedor de todas mis cargas
y de mis pesadumbres,
redimiéndolo en la cruz de los años
que han visto este río correr.

Y aunque todo parezca perdido
y mis ganas se animen a no estar,
el sólo color de tus ojos
vivifica de verde mi existir.
Porque eres la naturaleza de mis deseos,
el hálito de vida que existe en mi ser.
Porque eres la esencia de mi voz,
el viento que impulsa a las olas
de éste, mi mar pasajero.
Porque aunque exista en mí
un deseo fugaz y contenido
de arrancarte de mi piel, de mis recuerdos,
tu sola presencia en mis días
adorna mi espacio emocional.
Y aunque sepa que eres de otro,
y nunca mía,
el color de mi amor es más fuerte
y no conoce de razón.
Aunque vivas allí sin amarme
y yo perezca de caducidad,
ten claro que nunca encontrarás
un amor tan real como el mío
que se esfumará en el olvido
de entenderse sin nada más.

domingo, junio 29, 2008

Nada en sí

No tengo nada,
no soy nada.
En cada espacio del infinito,
en cada intento del aire
en estos vasos de silencio
habita un soplo de amor.

No soy capaz de darte nada,
porque no tengo nada
ni soy nada.
No quiero condenarte a un idilio
que de pura inexactitud acabará un día
por desaparecer.

No soy lo que esperas,
ya que no soy capaz de darte nada
porque no tengo nada
ni soy nada.
Me siento atemporal,
extraterrestre y completamente diferente,
perteneciente a un mundo extraño,
a un lugar distinto, a un destino disparejo.
Siento que no soy lo que esperas,
que en mí encontrarás algo
que te hará desfallecer por el puro miedo
a la costumbre.

Pienso distinto, camino distinto,
voy por vía diferente
al común denominador de la gente.
No bailo, no fumo, no bebo,
no tengo iniciativa, no soy apuesto,
no hago locuras de amor,
priorizo mis aspectos académicos.
Sigo el camino que me parece correcto,
ese que guía a las personas al camino
infinitamente glorioso.
Un camino más puro, más inocente,
más extraño, más diferente.

Pero aún así siento
que en mí no hallarás algo acorde
con lo que deseas encontrar en un hombre.
Siento que me idealizas como un mal necesario
como la especie extinta que toda mujer busca,
pero que a pesar de todo
parece posee instinto.

Si aún así eliges estar conmigo,
y decides pasar por alto mi advertencia
te atreverás a descubrir en mí
algo que nunca esperaste,
algo que pena como un infantil deseo,
como una mentira caprichosa
en cada relación de amor.

En mí no encontrarás mayores problemas,
no sufrirás como Julieta ni yo seré tu Romeo,
pero sí encontrarás la más pura de las virtudes
que te hará la reina más hermosa,
la doncella preferida, la princesa donosa.
Si decides estar conmigo
a pesar de mi advertencia,
tú serás mi mujer, y yo tu hombre,
y esta tierra que nos ha visto pasar
no volverá a moverse de la pura y deliciosa
estabilidad.
Yo te puedo dar amor, ese amor que no daña
ese que no cela, que no se obsesiona,
que no pasa con los años
como un viento cotidiano de las tardes.

No me veas como un hombre ideal,
porque no soy lo que esperas,
y esto es porque no soy capaz de darte nada,
porque no tengo nada
ni soy nada.

Y aunque no tenga nada, ni sea nada,
si decides pasar por mi puerta
e ignorar mi advertencia,
seré capaz de inventar
nuevas pasiones en mí,
darle vida a un corazón de carne
y así, simplemente,
amarte y hacerte feliz.

sábado, junio 28, 2008


En silencio

En silencio mirando
el fulgor de tu rostro,
el carisma imperante
de un otoño intrínseco
de mi soledad.
Callando mis ganas
mis deseos de amarte
ante la negativa
de mi realidad.
Desvisto el silencio
en mi cáliz de plata,
en la esquina impura
de un sabor impuro,
de un deseo impuro
con caducidad.
Una luz sobre mí
se tradujo en tus ojos
con la calma exacta
en tu forma de ser.

El presente y su llaga mortal.
El contexto infame de la realidad
en la que existimos los dos
como entes lejanos de amor,
como esquinas lejanas
y mundos lejanos
de vivo color.

Me duele entenderme
tan inmensamente vulnerable,
tan dueño de mis elecciones
y tan despojado de mis emociones.
Siento que estás en cada rincón,
en cada espacio extemporal
de cada segundo de mi vida.
Pienso en la voluntad
de cada ente constitutivo
de cada espacio de mi realidad,
en tanto que ser nominal
de cada propio control
en cada mal delictual.
Me aferro a la idea piadosa
de mis barreras y prisiones,
de mis constantes limitaciones
que procuran incrementar
el espacio entre los dos.

Creo que te amo infinitamente
en el ocaso de un atardecer,
en cada momento del día
en que puedas sentir junto a ti
el calor de mis brazos.
No sé cómo ni dónde,
ni creo entender por qué
mi existencia parece indicarte
como su única justificación.

Aunque rías en brazos de otro
y ames con sinceridad
entregándote a otro,
mi corazón seguirá latiendo
y mi hálito de vida te señalará
como su único por qué.
Aunque tu voz y tu mente
señalen otro nombre
y tu boca de plata
esté en otros labios,
este fuego interno
vivirá eternamente
para darte calor.
Aunque la llama de tu ausencia
sea un puñal asesino,
y el ocaso de mi inexistencia
en tu corazón
sea un brebaje de desilusión,
el latido de mi voz
y mi fuerza interior
vivirán en silencio
de ti,
por ti
y para ti.