Felicidad
Felicidad
te escondiste detrás de un rostro
que no he visto
ni conozco.
La soledad
es una daga ambivalente
y me destruye
poco a poco.
Te escondiste detrás de un amor
que no habla con palabras
ni con versos predilectos.
Te hiciste tan fugaz y prescindible
como una estrella en el inmenso
corazón del universo.
Me aparece tu figura,
tu canto triste
de no haber encontrado en mí
las destrezas justas que me conducen
al color de tus ojos.
Felicidad
te hiciste parte de un coloquio
interminable
y delirante.
Las pasiones
son como excusas de un silencio
fulminante,
reticente.
No quiero tener más que ver
con el recuerdo de tus manos
en las mías.
No quiero empezar a pensar
en lo que fuimos tú y yo
junto al viento
y la felicidad en derredor.
No quiero sentir ese frío
que congela los huesos fracturados
por tanto amor del pasajero,
ese que se escabulle por montañas
y por cerros que naufragan en mi mente
como paisajes rotos
que adornaban la pureza de tu encanto
en las palabras de tu boca.
No quiero sentir nuevamente
que deberé fenecer
junto a un montón de hormigas
bajo la tierra
y con un corazón de piedra.
Te tuve en mi mano,
como quien sostiene
un regalo del viento.
Te vi partir de repente
como un trozo de aire
por entre mis dedos.
Te escondiste entre los años
de mi espera inadecuada,
junto al infantil deseo
de amar con el alma.
Me miraste de cerca,
mas no supe encontrarte
entre las circunstancias
y los rostros de personas
por entre los que te escondiste.
No logré entender si eras mía,
o si sólo eras parte
de un montaje del destino.
Pero apelo a mis ganas
de buscarte nuevamente
en los fragmentos de mi decadencia.
Te sentí como parte de mí mismo,
como mi razón de ser,
como la justificación de mis locuras,
como mi felicidad.
Tú eras mi felicidad.
Me siento decadente
junto al mar de mis memorias,
de mis pasados de gloria
y de mi oscuro presente.
No quiero sentir que soy
uno más que perece
bajo el odio de mí mismo,
de mi suerte y de tu ausencia
y de la misma y caprichosa
felicidad.
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