sábado, junio 28, 2008


En silencio

En silencio mirando
el fulgor de tu rostro,
el carisma imperante
de un otoño intrínseco
de mi soledad.
Callando mis ganas
mis deseos de amarte
ante la negativa
de mi realidad.
Desvisto el silencio
en mi cáliz de plata,
en la esquina impura
de un sabor impuro,
de un deseo impuro
con caducidad.
Una luz sobre mí
se tradujo en tus ojos
con la calma exacta
en tu forma de ser.

El presente y su llaga mortal.
El contexto infame de la realidad
en la que existimos los dos
como entes lejanos de amor,
como esquinas lejanas
y mundos lejanos
de vivo color.

Me duele entenderme
tan inmensamente vulnerable,
tan dueño de mis elecciones
y tan despojado de mis emociones.
Siento que estás en cada rincón,
en cada espacio extemporal
de cada segundo de mi vida.
Pienso en la voluntad
de cada ente constitutivo
de cada espacio de mi realidad,
en tanto que ser nominal
de cada propio control
en cada mal delictual.
Me aferro a la idea piadosa
de mis barreras y prisiones,
de mis constantes limitaciones
que procuran incrementar
el espacio entre los dos.

Creo que te amo infinitamente
en el ocaso de un atardecer,
en cada momento del día
en que puedas sentir junto a ti
el calor de mis brazos.
No sé cómo ni dónde,
ni creo entender por qué
mi existencia parece indicarte
como su única justificación.

Aunque rías en brazos de otro
y ames con sinceridad
entregándote a otro,
mi corazón seguirá latiendo
y mi hálito de vida te señalará
como su único por qué.
Aunque tu voz y tu mente
señalen otro nombre
y tu boca de plata
esté en otros labios,
este fuego interno
vivirá eternamente
para darte calor.
Aunque la llama de tu ausencia
sea un puñal asesino,
y el ocaso de mi inexistencia
en tu corazón
sea un brebaje de desilusión,
el latido de mi voz
y mi fuerza interior
vivirán en silencio
de ti,
por ti
y para ti.