viernes, enero 19, 2007

Escrito en momentos de profundas vacilaciones sentimentales, ante la incapacidad del escritor de poder asegurar la gestación de un sentimiento de iguales magnitudes en ella... la veía en medio de la gente, conocía su corazón, pero no lograba saber si en ella los sentimientos eran igual de poderosos que en él. En medio de diversos pensamientos contradictorios, surge esta creación, como un reflejo de la mente confusa de aquel que logró vertir sobre un papel estos versos.

Inseguridad

Miro a mi alrededor.

Tan sólo veo espinas francas,
Raíces de eternidad sensata
Y soles dejando sus tristes vestigios.

Siento en el corazón.

Y la música de aquella naturaleza
Florece cuán vivo rosal joven
Siguiendo los pasos de su dueño.

El transcurso de la noche es uniforme
Y los trazos de tus manos se dibujan
En la fina y larga estela del silencio.

La oscuridad parece nula,
Los rincones de tu boca se acercan a mis manos
Que anhelan tu divina desnudez.

Hoy me encontré conmigo mismo
Y deduje los límites de mi carnalidad...

Tuve miedo.

Y alabé tu corazón de niña adolescente,
Miré hasta el infinito de tus ojos
Y te amé con la esencia de mi ser.

Y no fuiste capaz de verme así.

Porque la honda investidura del dolor
Se introdujo en los abismos de mi cuerpo
Y miraste mi inseguridad.

Fenecí junto al recuerdo
De una tarde sola y delirante,
Junto a tu retrato sobre mis espacios
Que acarician tu boca, tu pelo...

Tan sólo a lo lejos.

La distancia se ríe de mí,
Pues tu voz desaparece con el viento
Que logró refrescar mi intimidad.

Y me voy, desaparezco por los aires
Cantando canciones hacia un cielo infinito.
Los cielos y la Luna me aplauden con donaire,
Tu esquina en mi cielo es un clavel marchito.