miércoles, julio 19, 2006


Te esperé

Te pensé, te imaginé
Penetraste el límite horizontal de lo vulgar
Y elevaste tu recuerdo a la altura de mi voz.

Te confiezo que he viajado.

Tu silueta me llevó hasta el infinito,
Me llevó de repente, como un copo de nieve,
Me llevó, me introdujo en un silencio marchito,
Me sedujo y me invitó a buscar atardeceres.

Te soñé, te esperé,
Pero el mar se equivocó de naufragio,
Tu mirada desnudó mi universo,
Las esquinas de la muerte y mis espacios
Rememoran las flaquezas del silencio.

Un soplo de esperanza se condensa,
Desde el pensamiento se transforma en llanto.
Cuán amplios los rincones de encanto,
Cuán viles los espacios de tu ausencia.

La distancia se rió de mi certeza,
Me llevó hasta los límites de lo prohibido,
Y derribó las murallas de lo establecido.

Te fuiste, desapareciste,
Mi habitación llana y vacía reaccionó.
El viento me golpeó como a las rocas,
El sol debilitó mis energías
Y el recuerdo se hizo espada punzante.

Te fuiste por entre mis entrañas,
Quebraste mi inocencia pervertida,
Evocaste un canto triste de mañana
Y viajste de boca en boca buscando vida.

Elegiste despedirte de tu guarida,
De tu casa, de tu mítica semilla,
Te escapaste de mi hechizo, de mi estela
Y me dejaste preguntándole a la vida
El por qué de tu naufragio a ultranza,
El por qué de tu silente despedida.

Nadie tiene ganas de pensar en nadie,
Todo es gris, todo está ausente por tu ausencia.
Mis entrañas se consumen y se enervan cual rocío
Que se monta sobre el lecho de la muerte.

Mas mi franca beatitud se compone de tu risa,
Mi semblante está caído, como al pasto la lluvia,
Mi respiración y mi hálito de vida, mi sentir,
Mi exageración, mi rutina, mi pasado y mi presente,
Mi ser y mi esencia me conducen a ti...

Y si decides volver, si tu mano no ha olvidado a la mía,
Si tu risa se ha quedado junto al atardecer,
Si tu boca aún siente mis caricias,
Tu espacio dentro de mí se mantiene inalterable
Y mi puerta volverá a abrirse, como ayer.